Fuerte gesto de Cristina hacia los ruralistas nucleados en Coninagro

Fue recibida por Carlos Garetto, miembro de la Mesa de Enlace. El encuentro duró más de tres horas en un clima de cordialidad. Hablaron de los nuevos jugadores en el mercado exportador y prometieron volver a reunirse.

Coninagro vivió ayer una jornada histórica. En la primera visita oficial de un jefe de Estado a la entidad que nuclea a cooperativistas del agro, su titular, Carlos Garetto, fue taxativo: “No es el momento de estar en la vereda de enfrente”, dijo, y marcó la definición más contundente de una reunión con clima distendido que duró tres horas y veinte minutos, a seis días de las elecciones nacionales. Un encuentro que incluyó regalos, un asado, un brindis y un diálogo que repasó buena parte de los temas más complejos de la economía rural. La última vez que la presidenta había intervenido personalmente en una reunión con alguno de los miembros de la Mesa de Enlace había sido en marzo de 2009 (ver aparte). Pero aquella vez fue en el Ministerio de la Producción, y con las secuelas de la disputa por la Resolución 125 en carne viva.
El encuentro de ayer, en cambio, fue cordial de principio a fin. Cristina llegó a las 12:40 a la sede de Coninagro, el cuarto piso de un edificio ubicado en la calle Lavalle, en el microcentro. Garetto la recibió, junto a su esposa, y le entregó un ramo de flores blancas. El encargado de romper el hielo, sin embargo, fue Marcos, de tres años, uno de los dos hijos del ruralista, que le contó a la presidenta que se había traído de su casa el autito de la película Cars y un sombrero de vaquero. Cristina le dio charla. Y Marcos, pelirrojo, de camisa blanca impecable y jean, no se quedó atrás. Enseguida sus padres le entregaron a la presidenta una cruz de plata que venía en una caja, también de plata.
El paso siguiente fue un encuentro a solas entre el jefe de Coninagro, la presidenta y el ministro de Agricultura, Julián Domínguez. Treinta minutos. Después el diálogo se amplió con 20 productores y directivos de Coninagro. Por parte del gobierno también había funcionarios del Ministerio de Agricultura y el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli.
Los ruralistas proyectaron en una pantalla dos informes con conceptos y estadísticas. Los funcionarios de protocolo habían sentado a Cristina al fondo de la sala, pero ella se levantó y se puso en primera fila. Y fue ahí nomás, en los primeros gráficos del Power Point, que la presidenta hizo una broma que incluyó a Garetto y Moyano. Se refería a los rasgos físicos. “Coninagro es una entidad de tercer grado, agrupa a federaciones que nuclean a cooperativistas ruales, claro. Como la CGT. Aunque usted, Garetto, no es muy parecido a Moyano”, bromeó Cristina ante 20 ruralistas que le festejaron el chiste,
No hubo temas postergados. El anfitrión aseguró que nunca hubieran querido llegar al nivel de conflicto que se desató en 2008, después de la implementación de las retenciones móviles. Cristina admitió que fueron días “muy difíciles” para su gobierno. “El conflicto no le sirvió a nadie. Ahora hay que seguir adelante”, añadió. El clima, de uno y otro lado, era el de un cierre del largo capítulo de desencuentros.
La presidenta destacó la importancia de las cooperativas en el Plan Agroalimentario, de su rol en el agregado de valor y su peso en las cadenas de valor. Los directivos de Coninagro, por su parte, le explicaron que, por estos días, se hacen notar nuevos jugadores en el mercado de exportación que hacen que la Asociación de Cooperativas Argentinas (de Coninagro) haya retrocedido del 12 al 7% en su presencia en el mercado. A contramano de los anuncios oficiales para darles a las cooperativas (entre las que está AFA, de Federación Agraria) el 30% de participación en los cereales y oleaginosas vendidos fuera del país.
Además, le señalaron que, por estos días, hay 4 millones de toneladas de stock de trigo. Le dijeron que el consumo interno de los próximos dos meses sólo demanda una tonelada. Y que aun reservando por cautela otra tonelada más, habría dos toneladas más disponibles para abrir cupos de exportación. Era, al fin y al cabo, uno de los temas que hace años vienen pidiendo los productores. La presidenta eligió no ser tajante. Prefirió subrayar su preocupación porque a ningún argentino le falte el pan. Y, finalmente, destacó la importancia de que los productores declaren su stock de trigo (uno de los hábitos difundidos es no hacerlo para evitar el pago del Impuesto a las Ganancias).
El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de mala relación con los productores, no estaba presente. Pero se metió en la conversación, sin que nadie se sintiera incómodo. La presidenta reconoció, a su modo, que, de vez en cuando, el hombre que controla los cupos de exportación protagoniza polémicas. “Pero hay que reconocer que es un hombre que trabaja con una gran honestidad”, lo defendió. Cristina se mostró rápida para recoger información, conceptualizarla y reforzar sus conceptos. Los ruralistas sintieron que estaban frente a alguien que conocía de lo que hablaba. Si hasta se animó a impulsarlos a organizar en cooperativas a los trabajadores del Alto Valle de Río Negro porque –según explicó– necesitaban tener más fuerza para negociar con los empresarios. “Yo entiendo sobre los problemas sectoriales, pero entiendan ustedes que trabajo para 40 millones de argentinos”, les dijo.
Cuando ya habían pasado dos horas de conversación, llegó la hora de los quinchos. A Cristina le sirvieron una entraña bien jugosa y una ensalada capresse. Picó, al pasar, alguno de los fiambres que había en la mesa. Y brindó con Garetto a la hora de la despedida. En el vaso de la presidenta sólo había agua. Pero a nadie le importó. Tenían la panza llena. OPI SANTA CRUZ. 30.000 desaparecidos y 4 putas peteras